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El paso del hombre o el paso del caballo, conducían
de una puerta a otra. Todo estaba ligado con finura, desde el principio
al fin. El ferrocarril rompió esta perfección continuada, inauguro la
alternativa de la puerta a la estación y de esta a otra puerta, lo mismo
para las personas que para las cosas. Ruptura muy sensible y dura para
el ciclo de las veinticuatro horas solares. Ello condujo a las
aglomeraciones artificiales alrededor de las estaciones. Se abrió un
foso entre el campo y la ciudad.
El automóvil conduce de una puerta a otra. El ciclo de las
veinticuatro horas, mediante velocidades o treinta veces superiores,
amplia su radio de acción, puesto que el sol camina veinte veces mas
lentamente. Es una revolución. El campo -la tierra- se abre por todas
partes, se ofrece de nuevo a todos. Ya no existen regiones menores, ni
tierras perdidas. La tierra es accesible y lo será más aun.
Lo será cuando la red automovilística haga crecer en torno a su
tronco, las ramas y ramillas portadoras de vida a todas partes. La
carretera cumple, desde ahora, una función nueva: ligar gentes y cosas
en un territorio, campesinos y mercancías, campesinos y productos.
Los caminos comarcales existen desde siempre. Las carreteras son
dibujos profundos y sanos, algunos se remontan a la prehistoria. Sus
trazados aun sirven o pueden ser puestos en servicio. Lo necesario es
formar una red de rutas campesinas para que, por ellas, pasen tractores y
las camionetas. Hay que renovar y despertar las redes de comunicación
rural.
Una carretera no es solo una entidad kilométrica. Es un hecho
plástico en el seno de la naturaleza. A menudo, la geometría y la
Naturaleza, han sido soportes de cosas emocionantes: Pont-du-Gard o un
simple camino recto a trabes del campo normando, con la puerta de la
vivienda al final. En el siglo XIX, el trazado de las carreteras,
constituyo, en ocasiones, una brutal intrusión técnica en los medios
naturales, sin miramiento alguno hacia el paisaje. En torno a la
carretera hay árboles, campos, prados, y, a veces, panoramas hasta el
horizonte. La carretera puede enriquecerse y cuidarse con acertadas
intervenciones. Su trazado, el arreglo de sus arcenes, necesitan
reflexión y la misma sensibilidad que cualquier obra del espíritu.
Existen arquitectos paisajistas, de técnica segura que no deben olvidar
que los caminos rurales son como un largo vestíbulo de la casa campesina
y que deben ser caminos agradables. Con la vegetación y el espacio hay
que componer la sinfonía pastoral de las carreteras de Francia.
La división de las carreteras en autopistas rápidas y en caminos de
peatones -el gran lujo que nos ofrece el maquinismo, reparando sus
pecados de juventud- ¿bastan para exaltar la imaginación y para abrir
amplias perspectivas?
Hay lugares que son como los balcones del mundo. Las colinas
armoniosas de la Costa Azul, sobre las caletas; el Valais en la
desembocadura del Rodano y la vertiente del Levaux, ante el lago Leman y
las montañas; Rio de Janeiro entre sus espolones encrespados y millares
de bellísimos paisajes deshabitados.
De estos balcones del mundo que forman superficies de pendiente mas o
menos intensa, podría tomarse posesión mediante dos operaciones
conjugadas: llegar al lugar y habitar en el.
Trazar autopistas a niveles distintos, dos, tres autopistas. Una a
20 metros de altura, otra a 75 y otra a 150. Buscar en el regazo del
lugar el apoyo de esas curvas de nivel. Inmediatamente se separarían, se
instalarían en el flanco de la montaña y expresarían el movimiento del
paisaje. En ciertos lugares propicios habría que abandonar el terreno
natural y, en plenos viñedos, roquedades y huertas, dejar el apoyo de la
tierra, tender una cuerda, construir la autopista en forma de viaducto y
explotar las subestructuras de este mediante la instalación de
viviendas, como en un panal de miel. Cada vivienda, como un chalet,
podría tener su jardín, un jardín colgante. El viaducto se sumergiría
hacia el fondo, sosteniendo el volumen construido. Todo es posible, todo
seria posible. Estos balcones del mundo tendrían acceso desde el suelo
también, desde abajo, en diversos puntos del recorrido y ligados a los
caminos ya existentes. Las viviendas serian parte de su mismo cuerpo y
el paisaje circundante quedaría libre, salvaje o cuidado, independiente,
total y no estropeado por las casas. Y los espectadores naturales,
sublimados, llegarían a las habitaciones de los hombres.
Los pueblos empiezan a liberarse de la amenaza del automóvil. El
bienestar y la seguridad de las aglomeraciones, en torno a su gran calle
mayor centenaria, empezaban a ser perturbados por los bólidos lanzados
por las carreteras nacionales. Los accidentes eran el pan de cada DIA de
los pueblos franceses. La carretera de Paris a Niza, actualmente se
desvía en cada pueblo y conserva así un ritmo normal. Al abrigo de esta
amenaza, los pueblos revivirán, la calle mayor volverá a ser el sitio de
reunión d los habitantes del lugar y no un corredor de pánico.
Homenaje a nuestros puentes y calzadas
Este verano he recorrido la carretera que se construyo en tiempos de
Napoleón. Es una gran lección. Esta llena de vida, de obras minuciosas.
Esta carretera de Napoleón constituye una forma de arquitectura
paisajística. Aunque no fuera construida para ello, el rigor de su
trazado emociona. No solo nos ofrece obras de arte, sino que la
carretera en si, es una obra de arte. Es ley y norma de armonía, una
emoción bien resuelta. Su intención fue unir Paris y Niza a trabes de
las más refinadas alternativas, franqueando abismos o gargantas
montañosas, utilizando como medio el automóvil que, a su vez, reclama
atenciones muy particulares. La calzada de la ruta automovilística se ha
perfeccionado en quince años. Recordemos aquellas pistas blanquecinas y
su ignominioso polvo. La calzada lisa y plana, dura y blanda a la vez,
en una franja de mármol gris oscuro. También puede ser rosa o verde
jade. El planeamiento de las curvas de tipo carretera nacional ofrece
amplios espacios, recodos tranquilos, los peraltes son como en las
pistas de autodromo. La carretera conduce al propio vehiculo y ya no
existe peligro alguno.
Ante estas soluciones, nos entusiasmamos. La carretera y el
automóvil se identifican en la curva, una carretera impecable,
milagrosa, en una cuerda tensa. ¡Bravo, también para los ingenieros y
obreros que la realizaron! parece que los mismos artesanos que tallaron
muebles en cerezo, nogal o encina, hubieran, con sus manos o sus
herramientas, moldeado las curvas de la carretera. Los obreros
deslizaron sus reglas sobre los contornos, engendrando sutiles formas
geométricas: paraboloides e hiperbolides, con sus inflexibles leyes.
Así la carretera domina el esplendor del paisaje. Desfiladeros,
prados alpinos, mesetas rodeadas de lejanas montañas, profundas
gargantas impiden el paso y, sin embargo, se sigue adelante. Es
admirable que al hambre se le haya ocurrido llegar a lugares tan
peligrosos, enfrentándose a dificultades casi insuperables, forzando la
naturaleza salvaje, poseyéndola, ofreciéndosela a si mismo en un
espectáculo grandioso e inefable para, cien años mas tarde, lanzar allí
sus bólidos. El hombre es una hormiga temeraria, testaruda e
inteligente. Sabe apoderarse de la tierra, ocuparla y también sabe
agregarla con sus audaces empresas.
Hay algo en ello de reconfortante y seguro. La certidumbre de saber
que las cosas que nacen en el espíritu, un día serán realidad y que no
existen trabajos ni gigantescos ni quiméricos. De Paris a Niza, la
carretera Napoleón puede prepararse para velocidades treinta veces
superiores a la normal, afirmándola, corrigiéndola y puliéndola por
etapas. Pronto se unirán los tramos y quedara acabada como un modelo de
realización. Mientras Paris vive al margen de la realidad, sumido en
disparatadas tesis, en mares de intereses creados y la ciudad, falta de
una doctrina urbanística, va muriendo en otras partes, en todas las
carreteras. Francia trabaja serenamente con la fuerza que le da una
regla precisa. El peón caminero de Yonne, el de Bouologne o el de los
Alpes Maritimos, sigue el mismo catecismo: la ley de la carretera.
Varían los paisajes, las tierras, las rocas y las pendientes, pero se
reducen todos los obstáculos. Y la armonía que buscamos apasionadamente
en nuestros complejos problemas de urbanismo, esta, de hecho, en la
carretera, logrando unidad en la diversidad.
Ejemplos que deben recordar
Hace ocho años, viajábamos de Barcelona a Gibraltar por la nueva
autopista Primo de Rivera, al borde del mar. Por primera vez en España,
las provincias, que solo se unían en Madrid, sede del gobierno, durante
los desfiles, se unieron físicamente.
Se trataba de la primera autopista trazada con exactitud, con bordes
limpios, pintados en blanco, curvas con peralte y amplias panorámicas.
Levaba de los Pirineos a Afrecha. Nos impresiono ya desde la frontera,
en Figueras. Los campesinos habían tomado posesión de la carretera, la
querían. Y más a la altura de Valencia, donde los vecinos le habían
bordeado de rosales, arbustos y palmeras, como en una fiesta. De golpe,
salían de un estado de cosas milenario y se encontraban en contacto con
el mundo moderno, con lo que ello supone de transformación profunda, de
desventuras y alegrías.
Ejemplo que debemos recordar. Pronto se encenderían los entusiasmos
si, en cualquier parte, se empezara a hacer algo útil y grande para que
los hombres del país comprendieran que iban a trabajar para ellos
mismos. Si la evidencia se nos muestra ya en esta carretera que une las
provincias, como seria en los bloques levantados hacia el cielo,
albergando viviendas confortables.
En Rio de Janeiro, hacia 1900, el prefecto Passos, convirtió un
camino de playa en deslumbrantes avenidas que bordean las aguas
tranquilas de la bahía y que después, pasado el Pao de Açuzar, reciben
las grandes olas del océano. Las aceras, pavimentadas en mosaico de
mármol blanco y negro, forman bellísimos paseos. Este Haussmann hizo de
una ciudad colonial, agradable y escondida en la vegetación, la ciudad
más resplandeciente del mundo. Los barcos hacen escala allí y la bahía
aparece bordeada por el conocido trazado. La ciudad era tímida, detrás
de la bahía, pero ha tomado, por fin, conciencia de si misma. Empezó ya y
continuara en lo sucesivo. El viajero llega a creer que se encuentra en
la más bella ciudad del mundo, todo gracias a una simple carretera.
Al principio, el prefecto, al que se tachaba de loco, salía a veces,
por la noche, acompañado de un equipo de demoledores, hacia la casa de
alguien que no quería irse. Echaba abajo la casa. Al día siguiente, el
terreno estaba libre, se había vencido el interés individual y la
rutina. Los métodos en pro del interés general son siempre audaces. Con
tales procedimientos, desaparecería la buena sociedad, pero, es que
actualmente, es toda la sociedad la que esta muriendo.
La calle
La carretera en la ciudad se convierte en calle. No ha ganado nada
en ello, pues en el transcurso de los siglos, su espacio ha sido
disminuyendo. Antes de la era del automóvil, todavía era aceptable su
cintura delgada, que engordo al construir las ciudades en las grandes
encrucijadas de carreteras.
Pero, con el peligroso crecimiento de las ciudades, debido al
desarrollo de la civilización maquinista, y, sobre todo, por el
crecimiento enorme del número de automóviles, atravesar las ciudades se
ha convertido en algo imposible. Uno preferiría no entrar en ellas. En
el interior, la circulación es un infierno, con el suplicio de la
lentitud, infracciones, accidentes, desgaste de nervios, etc...
¿Como remediar un estado de cosas tan completo? ¿Pueden demolerse las
casas para enganchar las calles? Haussmann tuvo la audacia de hacerlo.
Menos de un siglo después, las calles de Paris eran dignas de las
carreteras que realizara Colbert.
Fue Colbert quien cubrió el suelo de Francia con una gran red
de trazados rectilíneos -aunque fuera duro el trabajo- que recorrían el
país en subidas y bajadas. Los trazados llevaban impresos aquella
cualidad que irradiaba de Luis XIV; mirar al frente y con grandeza.
Actualmente, la red de Colbert admite todavía velocidades treinta
veces superiores. Solo hay que reparar el pavimento. Hausmmann también
tuvo el sentido de la grandeza, grandeza que hizo de Paris el polo
magnético de la época. Y, cuando se trabaja a pico y pala, la ciudad
florece blanca, sobre inmensas superficies, tan grandes que resulta útil
dibujarla en un papel, para comprender la inmensa audacia que exigió su
realización. Una vez más, un hombre lo hizo. Hoy sin Hausmmann, sin
Napoleón, sin Colbert, Paris no podía engullir ni bien ni mal la inmensa
tromba de automóviles.
El problema resulta cada vez más complejo. Paris tiene demasiados
coches, demasiados camiones, demasiados ciclistas, demasiados peatones.
Hay que revolucionar por completo las vías públicas.
¿Túneles?
Durante el verano de 1939, una sesión de comisión convocada en el
centro de Documentación del Ministerio de Economía Nacional, tenia por
objeto atender a las ideas de un grupo de jóvenes, el GECUS, grupo de
estudios de urbanismo subterráneo, sobre un proyecto de túneles bajo
Paris. Asistían a la reunión importantes funcionarios de la
administración de Transportes (autobús metropolitano), abastecimientos
(mercados) y de guerra (la defensa pasiva).
Con gran generosidad, se concedía la palabra a nuestros jóvenes
amigos. Las intenciones del GECUS se hallaban representadas en un
esquema diagonal atravesado por dos ejes ortogonales, imagen de una red
de túneles instalados en el subsuelo parisiense, a 20 o 50 metros de
profundidad y cuya misión era resolver completamente la congestión de
circulación de las calles.
Aquel día la exposición se limitaba a la Croix des Hallas, "tunel
Norte-Sur", que debía partir de Montrouge, salio detrás de la estación
del Norte, cruzando en Angulo recto, otro túnel abierto en la Concorde y
que desembocaría en la Bastilla. Pidieron una opinión. Pero, yo no
quería desempeñar un papel de desacreditador ante la comisión y solicite
ver a los autores del proyecto en mi casa, por que, de nuestra
conversación, pudieron aprovechar lo que juzgaron útil. En espera, la
comisión hizo las observaciones siguientes: El túnel de ocho kilómetros
absorberá los vehículos y se dirigieron desde las provincias del Sun
hacia las del norte y viceversa. Pero no existía un transito de tanta
envergadura.
A esto se reexpondrá que, durante su trayectoria, el túnel, por
medio de rampas helicoidales, daría acceso a los grandes almacenes, al
Ayuntamiento y sobre todo a los mercados. Pero contestaron que la
circulación en un túnel tiende a reducir la velocidad sensiblemente. En
el Holland Kennel, bajo el Hudson, en Nueva York, los carteles nos
invitan a circular lentamente, sino por el contrario, indican acelerar
la velocidad. Porque un túnel produce una sensación de miedo que tiende a
reducir la velocidad del trafico. Por otra parte, si existen
ramificaciones sucesivas, sobre todo, para acceder a los mercados,
frecuentemente se producirían frenazos, que sumados a la citada
tendencia a la lentitud, nos devolverá a la precaria situación de las
calles actuales.
La respuesta fue que el túnel seria un valioso refugio en caso de
ataques aéreos (la comisión celebraba sus sesiones en junio de 1939). El
presidente del Consejo anuncio que favorecería todos los trabajos de
defensa pasiva, susceptibles de ser utilizados en tiempos de paz. La
discusión continúo:
-¿Como se conseguirá aire para respirar?
- Se instalara una potente ventilación artificial
- Demasiado gusto
- ¿Y si durante una alarma hay filtraciones de gas?
- El túnel le subdividiría en tabiques estancos
- Pero si el túnel ha de servir para evacuar a la población, los
recintos, estancos, no parecen adecuados, pues se calcula entre 20 y 25
minutos el tiempo transcurrido entre la alarma y la caída de las
primeras bombas.
- Los refugios grandes producen miedo-afirmaba un general
- El túnel podría albergar a 100000 personas, el Ministerio de la
Guerra cifra en 30000 francos por persona el coste de un refugio
perfecto.
- Por eso no se ha construido aun ninguno - contesto el general.
- En la construcción de dos subterráneos, de 9´50 metros de calzada
útil gastaríamos mil millones y cuarto en la obra principal y mil
millones y medio en el acabado.
- Las velocidades medias de los automóviles son, normalmente, de
11´50 o 25 kilómetros por hora, cuatro kilómetros que serian recorridos
en quince minutos, en el túnel en ocho minutos y medio. Pero los demás
desvíos laterales de una calzada de 9´50 metros de ancho (y se ha dicho
que, para que el túnel se aproveche al máximo, estos desvíos serian
numerosos) reducirán, otra cruz, la velocidad.
La discusión prosiguió en mi estudio.
- El túnel me ha parecido siempre antinatural. Lo tomaría en cuenta,
en caso de que no hubiera otra solución, en mis estudios sobre Paris,
admito un fragmento de túnel en el eje del bulevard Sebastopool, antes
de la calle Rivoli, bajo la Cita y hasta detrás del Panteón. Este túnel
no tiene la pretensión de absorber la circulación parisiense, sino tan
solo pretende dar fluidez, en un kilómetro, a una parte limitada de la
circulación.
Admito también otro túnel que, saliendo de la estación de
Saint-Lazare, pasara bajo los Campos Eliseos, y el Sena para desembocar
en los Inválidos. Así se resolvería el transito entre las dos orillas,
y, al mismo tiempo, se realizaría una labor importante: despejar los
Campos Eliseos y la Concordia, dejar el camino libre para el peatón
desde el Arco de Triunfo hasta el Ayuntamiento (esto supone la
construcción de una espina dorsal Este-Oeste de Paris, planeada ya desde
1921, y que a 800 metros, de los Campos Eliseos, constituye, a nuestro
parecer, la gran obra urbanística mas urgente de la capital).
Cifras: Los gastos para refugiar a 100000 personas en caso de
ataques aéreos son de 1000 millones y medio. Nuestras cifras de la Ville
Radieuse, aplicadas a la manzana insalubre numero 6, que comprende el
primer tramo del Gran Trazado Este-Oeste, en una autopista elevada que
mide 1´20 metros de ancho, con sus diversos servicios, son las
siguientes: presupuesto para la construcción, en la manzana numero 6, de
viviendas agradables (sol, aire, vegetación, puericultura, campos de
deporte junto a las casas, 88 % de parques por cada 12 % de superficie
construida) con capacidad para 25000 habitantes; 350000000 de francos.
Por tanto con 1000000 millones y medio, alojaríamos a 100000 personas.
alojaríamos, es decir, edificios construidos y equipados y, alrededor,
servicios comunes árboles y césped. En el aspecto "defensa antiaérea, el
general Vauthier (tanto en sus libros, como en el V Congreso del CIAM
de Paris en 1937), después el tipo de construcciones Ville Radieuse:
como el único capaz de resistir la guerra aérea (vulnerabilidad mínima,
techumbre protegido con cámaras de explosión, pilares que dejan el suelo
enteramente libre y posibilitan la circulación de los gases. En caso de
alarma no habría que ir bajo tierra, se subiría a los pisos bajos la
coraza, y la protección de un cierto número de techos, en la capa de
aire puro que quedaría, sobre la capa de gases, etc...).
Vayamos pues hasta la ultima consecuencia de la aventura. Cuando
todos los millares de millones se hayan gastado y Paris tenga una red
subterránea inmensa, en la superficie seguirá siendo la misma que ahora:
una ciudad que es precisa, mediante medidas inteligentes y
consecutivas, reconstruir, como siempre para lo hecho a través de los
tiempos. Las viviendas continuaran siendo lo que hoy, entonces se tomara
la decisión de ocuparse de ellas. Si esta decisión se hace realidad de
manera adecuada, en la superficie, la circulación de automóviles y
peatones funcionara perfectamente. Y entonces ningún parisiense querrá
descender a las catacumbas.
Paris, se ha extendido demasiado. Se ha demostrado que, en el
interior de las antiguas fortificaciones de Napoleón III, por
intramuros, por tanto, se puede alojar a tres millones de parisienses en
bloques de edificios, Ville Radieuse, conservando las zonas de interés
histórico y comercio. De esta manera, quedara desocupado, disponible,
casi la mitad del suelo de la ciudad.
Después de estas consideraciones, no parece adecuado buscar en los
suburbios causantes del despilfarro de la economía moderna, que bajo
tierra, aquello que se halla en el propio suelo de la ciudad, alrededor
de sus grandes carreteras de acceso, ni tampoco hacer pasos subterráneos
en el fondo del lecho eterno de Paris, allí donde debe circular la
sangre de la ciudad, donde convergen sus valores, donde se desarrolla su
historia y su destino. Valorar por medio de las empresas positivas del
nuevo urbanismo, es la única tarea sensible y lógicamente humana.
La carretera de las ciudades sustituirá la calle. La calle es algo
hibrido: vehículos y peatones. En adelante deberá haber una separación
entre las velocidades del peatón y las de los automóviles, veinte o
treinta veces superiores. Autopistas y caminos pueden ya formar parte de
los trabajos inminentes de Paris. La técnica de la carretera de ciudad
actualmente es científica. Las velocidades veinte o treinta veces
mayores, no pueden ser una mera multiplicación por cuatro (16 Km./hora),
que es la media de los vehículos en las ciudades. Se necesitan
ordenaciones racionales que respondan a estos datos simples:
velocidad continúa direcciones únicas, cruces a distintos niveles. Bajo
el lápiz de los técnicos han surgido asombrosos croquis, de perfecta
armonía y de gran belleza arquitectónica.
Me entendía a la perfección con los jóvenes del GECUS, cuyos
estudios pacientes y desinteresados, abrieron un debate muy útil, y, en
consecuencia, dieron claridad a la decisión que había que tomar en Paris
Reglas urgentes sobre tesis de actualidad
En junio de 1938, el Ministro de Justicia, me planteo la cuestión
urbanística de la evacuación de Paris, en caso de ataque aéreo. Estos
fueron los puntos principales de mi respuesta.
1º Como solución Inmediata
No creemos que esta pueda existir, se ha planteado la cuestión
demasiado tarde. Si de pronto, Paris es atacada tal como esta no podría
improvisarse, una transformación de las actuales condiciones de todos
conocidas como los embotellamientos de calles y carreteras de cercanías
que las salidas de los domingos, y famosos por los retornos a la ciudad.
Seria un caos, y, de haber ametrallamiento, una verdadera matanza.
2º Como conjunto de sol sistemáticas racionales, que están en
función, no solo del problema, sino también de la propia vida ciudadana.
Desde 1921, y por cuenta propia hemos estudiado el problema urbano,
y, en particular, el de Paris, no exclusivamente para afrontar la guerra
aérea, sino para hacer frente al maquinismo que ha sumido la ciudad en
un completo desorden funcional económico y social.
A nuestras investigaciones, se unieron militares que, ya en 1930,
sintieron, la amenaza de un ataque aéreo y estudiaron urbanismo
intentando aportar algunas ayudas. Estos militares eran el coronel
Vauthier del Estado Mayor, del Mariscal Petain, en 1930, y el ingeniero
Schoszeperger, de Berlin de 1934.
Planteada la cuestión, los investigadores examinaron el problema del
subsuelo y abrieron perspectivas interesantes no para la defensa
centriaerea sino para buscar diversos soluciones de la ordenación de
Paris.
En 1930. el coronel Vauthier, en su libro para Danger Aerien de
l´Avenir du pays, tras un estudio concienzudo del fenómeno urbanístico
actual, y a través de la histórico, declaro que nuestras soluciones
(tipo "Ville Radieuse") eran las únicas capaces de hacer frente al
peligro aéreo.
Explicaremos lo esencial de la Ville Radieuse:
Las técnicas modernas de las construcciones ponen a nuestra
disposición procedimientos enteramente nuevos como el acero y el
hormigón, en el arte de edificar. Lo que en siglos pasados no se pudo
hacer, hoy es posible. En consecuencia, el suelo de las ciudades puede
ser ocupada de un modo muy distinto.
Las construcciones en acero y hormigón armado permiten edificar, no
ya sobre los muros portantes, sino sobre pilares que salen de tierra, y
sostienen las construcciones a cinco metros del suelo, hasta grandes
alturas.
Consecuencias:
El suelo se halla enteramente libre, pues los edificios no llegan a el. la ciudad se eleva cinco metros sobre el suelo.
La estructura en acero y hormigón permite suprimir los muros
portantes. Las construcciones serán elegantes armazones y las fachadas
se abrirán a la luz, construidas con vidrio y materiales ligeros.
Si se admite una altura edificable de 50 metros en las zonas
destinadas a viviendas, podría alcanzarse una densidad de 1000
habitantes/hectárea. La superficie construida representaría el 12 % de
la superficie total y quedaría libre un 88 % para parques.
Las oficinas, tanto particulares como de la administración publica,
podrían albergarse en edificios de 200 metros de altura, que ocuparía
solo un 5 % de la superficie del suelo, llegándose con facilidad a una
densidad de 4000 habitantes/hectárea.
En tales condiciones, la densidad habitual de las ciudades o
aglomeraciones urbanas pasa de 600 en los barrios bajos, 350 en las
zonas de viviendas normales y 150 en las ciudades jardín a densidades
comprendidas entre los 1000 y 4000 habitantes por hectárea, o sea una
superdensidad.
En conclusión: la ciudad podría triplicar a cuadruplicar el número
de sus habitantes en igual superficie. Esto no es deseable, pues ya
conocemos las consecuencias de las aglomeraciones producto de la
evolución maquinista. En todo caso, admitiríamos la disminución de la
población de las ciudades por el traslado de las industrias que no son
indispensables, con el consiguiente retorno de los campesinos que
fracasaron en la ciudad. admitiríamos, pues, que una población de
3000000 de habitantes es suficiente en Paris.
Hay que llegar al fondo de la cuestión. La superficie de Paris
intramuros (fortificaciones de Napoleón III) es de 76 kilómetros
cuadrados, o sea 76000 hectáreas. para alojar 3000000 bastan 3000
hectáreas. Agregamos a estas 3000 hectáreas las superficies precisas
para la administración Publica (450), artesanado (500), comercio (120), y
la zona histórica adecuadamente conservada (245), así como los parques
existentes. Con ello advertimos que queda un suelo disponible de unos 33
kilómetros cuadrados, es decir, 3300 hectáreas, destinadas a no ser
construidas, es decir terrenos libres.
Insistamos en el hecho de que, según nuestros cálculos, aunque la
densidad de los barrios alcanza la cifra considerable de 1000 habitantes
por hectárea, los parques ocupan el 88 % del terreno de la ciudad
habitada. Se trata, por tanto, de una ciudad Verde, enteramente nueva en
los anales del urbanismo. Las 3000 hectáreas, desocupadas de este nuevo
Paris intramuros constituyen una reserva inapreciable. Los cálculos
demuestran que las ciudades con espacios despejados, que tienen el
aspecto, desde el aire de una delgada filigrana, y que solo ocupan el 12
% del territorio son a priori, aptas para resistir un ataque aéreo.
Demostrémoslo desde otro Angulo. Todas las ciudades del mundo están
construidas sobre el principio de nuevos portantes y de las
calles-corredor, con edificios alineados, a lo largo de la calzada, que
forman estrechos canales. En el interior de las manzanas determinadas
por el cruce de tres de las cuatro calles, cada edificio tiene patios
que no son más que profundos negocios.
Consideremos un ataque aéreo en estas condiciones:
Las bombas encuentran un blanco seguro en la cerrada red de
construcciones. Los incendios se propagan con una facilidad
extraordinaria. La explosión es desastrosa por el taponamiento producido
por la estrechez del espacio libre y la resistencia masiva de los muros
portantes. Es el caso de los bombardeos espaciales cuyas consecuencias
catastróficas conocemos desde hace un año.
Los gases nocivos se depositan en las calzadas y en los patios de
los que es imposible sacarlos, logrando plenamente su objetivo al
enumerar la población.
Observaciones: a causa de la textura de los edificios de
construcción maciza, según la tradición (en el mundo entero) es
imposible tanto técnica como financieramente, disponer de una defensa
antiaérea de poco coste, blindando los techos.
Consideremos desde el mismo Angulo, los edificios del tipo Ville
Radieuse. Analicemos en particular las dos clases esenciales:
1. Los edificios de vivienda de una altura de 50 metros, construidos
sobre pilares de cinco metros de altura, solo cubren un 12 % del suelo y
sus bloques están separados por 200, 300, 400 e incluso más.
2. Los edificios administrativos (edificios particulares y
públicos), de 200 metros de altura, construidos sobre pilares de 15 a 10
metros de altura, ocupan un 5 % de la superficie y están rodeados de
grandes espacios libres aproximadamente de 400 metros de lado. Su
vulnerabilidad es casi nula. Además, en su construcción, es fácil
incluir siguiendo indicaciones del departamento de defensa antiaéreo,
techos capaces de resistir las bombas y los torpedos. Se trata de
realizar en lo alto del edificio una nueva terraza, de contacto, y por
debajo, una cámara de explosión, además de un suelo capaz de contener
definitivamente cualquier proyectil que todavía no hubiera estrellado.
En ella reside la importancia de estas construcciones.
Estos tipos de edificios son completamente incombustibles. Los
enormes espacios, libres al pie de las construcciones, dispersaran
fácilmente los gases tóxicos, que circularan por si mismos al no
detenerlos ninguna barrera. Incluso podrán ayudar a ello los chorros de
agua procedentes de los parques de las zonas de vivienda y de los
barrios de oficinas.
En caso de alarma o de ataque aéreo, los habitantes, en vez de
precipitarse a los subterráneos, triste recurso, inexistente por otra
parte, con una organización dudosa y susceptible de transformarse en
verdaderas tumbas colectivas, subirán a los pisos superiores de los
edificios, donde respiraran aire puro. Por lo demás, las instalaciones
de los edificios citados (viviendas y oficinas) incluye el aire
acondicionado, cuyas centrales, ya desde su construcción, estarán
perfectamente protegidas contra los peligros aéreos. La tesis expuesta
nos permite, pues, tomar, un camino y orientar todas las empresas
municipales mas gubernamentales hacia su verdadera dirección. La
cuestión que se ha planteado es: En caso de ataque aéreo, ¿que
disposición tomar para la evacuación de Paris? Somos capaces de
responder a ella y no improvisando, sino sencillamente con la ayuda de
los estudios realizados incansablemente a lo largo de 20 años.
La respuesta, en lugar de provocar organizaciones defensivas
apresuradas, fruto del pánico y cuyo fin solo se basa en la posibilidad
de una guerra aérea, conducirá a la realización de una
labor magnifica, satisfacer, por etapas, las necesidades mas
permanentes e indispensables, mas urgentes y mas fecunda del vivir de
una ciudad moderna.
Al decretar trabajos para la defensa centro aérea, se
realizara de techo, el Plan de urbanización racional de Paris, de la
civilización maquinista. O viceversa, al urbanizar racionalmente la
ciudad de Paris, para salvarla del caos en que se encuentra. Se
responderá automáticamente a las exigencias de la defensa, antiaérea. La
reforma urbana de Paris puede enfocarse solo por la calificación, por
etapas de zonas, de viviendas y barrios de negocios. Naturalmente, hay
que pensar, desde el principio, en la circulación y encontrar, en el
suelo, los recursos precisos para asegurar el funcionamiento
proporcional a las nuevas densidades previstas.
Hasta hache hemos hecho urbanismo revolucionario. Contrariamente a
lo usual, nos hemos ocupado, por el momento, no del suelo, sino de los
volúmenes construidos, de lo que esta en el aire. Hemos tenido en cuenta
la tercera dimensión, la altura. El urbanismo tradicional se limita a
las dos dimensiones propias del suelo, prefundidas y anchura. Sobre ella
se proyectan las calles y los edificios. Este urbanismo falla
actualmente y debe sustituirse por otro basado en las tres dimensiones.
Por ello es lógico que, además de establecer lo nuevos elementos
racionales y mas favorables del alojamiento y de las oficinas (volumen
construido) por medio de reformas arquitectónicas modernas, hayamos
pensado, al mismo tiempo, en el suelo, en los lugares de acceso y en la
circulación. De nuevo se impone una propuesta que se adapte a las
exigencias de la vida maquinista: el futuro del automóvil debe
regularse. La actual situación de confusión entre peatón y automóvil
debe desaparecer para siempre. automóvil y peatón deben superarse. La
red actual de calles es antigua, creada, en gran parte, antes de la
aparición de coches en las ciudades (el primero apareció en Paris en el
siglo XVII) y cuyas dimensiones y texturas se deben a las
fortificaciones que limitaron, en sucesivos cinturones, el suelo
edificable.
Los cruces de las calles actuales se hallan demasiado cercanos entre
si, cada 20, 30, 40 o 50 y, raramente, 100 metros. Cruces que la
velocidad del peatón o del caballo explicaba, pero que la del automóvil
ha convertido en peligrosos. Son obstáculos permanentes a la razón de
ser del automóvil, la rapidez.
Hay que pensar en la reestructuración de la red automovilística a
una nueva escala dimensional, la de las velocidades de cien kilómetros
por hora. Consideremos normales los cruces que estén situados,
aproximadamente, a 400 metros uno de otro. Esta red, disminuida así, se
ordenara racionalmente, con calles de dirección única, con cruces a
distintos niveles para evitar por completo la detención o la reducción
de la velocidad de los coches.
Para realizar la superación del peatón y del automóvil, las
autopistas se elevaran a una altura de cinco metros sobre el suelo. Los
puestos de contacto con el peatón, las puertas de las casas, se
dispondrán según los datos del plan. Estos permiten situar, con toda
facilidad, las puertas de las casas cada 200 metros. Allí encontraremos
los autopuertos y los enlaces con las autopistas. El peatón permanecerá
en el propio suelo y podrá atravesar la ciudad por una malla de caminos
ortogonal, diagonal o sinuosa, es decir, en todos los sentidos y
completamente al margen de los automóviles.
Así puede reestructurarse tanto la circulación de los peatones como
la de los vehículos. Se trata de aportar a este nuevo estado molecular
de la ciudad, a este nuevo tejido urbano, un sistema cardiaco preciso
para hacer vivir en todos sus puntos los elementos particulares. Este
sistema cardiaco tiene dos finalidades: absorber las circulaciones
secundarias en las colectivas que constituirán las grandes autopistas
del transito. Estas atravesaran toda la ciudad y desembocaran en la gran
red nacional de autopistas de provincias.
En este punto, comenzamos a poder considerar la única respuesta
posible a la pregunta planteada sobre que solución adoptar para el éxodo
de las poblaciones y servicios públicos en caso de ataque aéreo.
Esta red cardiaca de vías rápidas no representa iniciativas
importantes para Paris. El estudio del plan prueba que el riego de los
diversos barrios de la ciudad, se realizaran sincrónicamente con las
conexiones de las autopistas nacionales.
Fijemos, desde el principio, el lugar de esos ejes esenciales, su
numero, y sobre todo, su capacidad de fluidez anchura y organización de
la autopista).
Los planos muestran que Paris puede enlazar con todas las autopistas
de provincias, mediante cinco autopistas interiores de gran capacidad:
1. La gran vía rápida Este-Oeste, que desembocaría en las autopistas
de Rouen-Le Havre y luego en la de Deauville-Cherbourg, por el Oeste,
en la de Nancy-Strasbourg y Dijon-Geneve, por el Este.
2. La autopista del Norte que desembocaría, por un lado en
Amiens-Calais y por otro en Lille-Bruselas y Reims-Francfort.
3. La autopista del Sudoeste que desembocaría en Rennes-Brest y
en Burdeos Biarritz y la del Sudeste que desembocaría en
Orleans-Toulouse y en Lyon-Marsella-Menton.
Mediante estas vías especialmente preparadas, el exodo hacia el exterior se verificaría con normalidad.
En el plano, este sistema demuestra que las grandes trazados
existentes - los de Haussmann, Napoleón I y Luis XIV- formarían una
magnifica malla diagonal para la circulación secundaria, que se uniría,
por una parte, a las cinco ramas de las grandes autopistas, y por otra, a
la red mas reducida correspondiente a las zonas de negocios y de
viviendas.
Podemos concluir con lo mismo que se ha dicho al principio: las
ciudades que existen actualmente o las que prosiguen su desarrollo según
los procedimientos establecidos, cambian hacia su total destrucción, en
cuerpo y bienes. No hay que hacerse ninguna ilusión al respecto.
Incluso comprobaremos, en nuestra respuesta a la cuestión planteada,
que nos acercamos, sin proponérnoslo, a una tradición milenaria: la
defensa militar siempre condiciono el urbanismo, la mayoría de las veces
constriñéndolo. Esta vez podrá hacerlo a titulo de liberadora.
Paris, 28 de junio de 1938
Nota: Berlin ha decidió abrir dos gigantescos ejes en cruz. El único motivo posible en la defensa antiaérea (evacuación).
Nueva circulación en Paris
Nos preguntamos si se desea desatascar Paris o solo hacer piruetas.
¿Queremos salvar Paris y las ciudades de la civilización maquinista o
gemir hipocrática mente ante le muro de las lamentaciones?
Paris puede salvarse; sin embargo, todos gritan escandalizados ante
la menor propuesta, mientras sordamente la ciudad se va muriendo o se la
mata por las buenas, mientras se dibuja, en silencio, el plan oficial
de organización del barrio de Saint-Germain-des-Pres, que aniquilara
todo lo que es infinitamente agradable y respetable de ese purisimo
barrio. Nada, absolutamente nada, se hace para conseguir una circulación
mejor ni para que haya viviendas decentes. Al contrario, se llegara a
la mayor confusión.
Cuando, en 1937, la ciudad participo en la Exposición Internacional
de Artes y técnicas, se hicieron ya 45 diapositivas que indicaban, en un
futuro próximo, la profanación de 45 lugares valiosísimos. Se
reconstruian monumentos históricos mediante ampliaciones, perforaciones,
demoliciones de antiguos edificios y se revestían de ese estilo tan
grato a los funcionarios (principio del Pont-Neuf en la calle Dauphine).
Todo se hacia según los patrones vigentes y el objeto que había que
salvar se destruía. Cuarenta y cinco decorados absurdos, antiestéticos,
destrozando los verdaderos tesoros históricos de arquitectura y su
ambiente.
Hablemos de esperanzas, de futuro y de optimismo. Las propuestas
constructivas del autentico urbanismo, darán a la ciudad la vida
indispensable que, de nuevo y confirmando la tradición, llegara las
carreteras de provincia realizadas por Colbert, las de la Edad Media,
las de los romanos y los galos con el corazón de la capital.
Por lo demás, la ciudad de Paris, dotada por el Estado de una
administración de la región parisiense, construirá llegadas, por medio
de autopistas, en las carreteras de provincia, alrededor de la ciudad.
Solo falta entrar en Paris. Asunto demasiado grave para no resolverlo
concienzudamente.
Nos parece imposible correr el riesgo de tomar decisiones parciales que no se integren en el plan de conjunto.
Un reciente ejemplo lo demuestra: los periódicos publicaron hacen
varios meses el trazado Paris-Saint-Germain-en-Laye. Todos veían en el
una solución realmente digna de la época. También es cierto que su autor
fue Enrique IV.
La abertura de Saint-Germain prolonga en 24 kilómetros el eje de las
Tullerias, Campos Eliseos, grande, Armee, avenida de Neuilly. Se
convertiría en la gran salida Oeste de la ciudad para automóviles, y
serie el eje vital de una nueva ciudad de residencia que se edificaría a
lo largo de sus orillas. Seria la mayor arteria de Paris (según la
intención de los promotores), se convertiría, además en el medio de
circulación necesario para la nueva ciudad exterior funcionaria como un
desagüe de Paris, que se halla comprimido por todas partes. Con tantas
palabras se hacen buenos artículos.
Pero esta colosal arteria desembocara en un callejón sin salida: las
Tullerias. Se ha propuesto abrir las Tullerias y, de nuevo, encontramos
otro callejón sin salida: el Louvre. detrás del Louvre,
Saint-Germain-l´Auxerrois y, detrás, aun, el Ayuntamiento. A izquierda y
derecha vías que hoy ya resultan insuficientes para la circulación:
Etoïle, Rond-Point, Concordia, plaza de las Piramides, plaza del Teatro
Frances y bulevar Sebastopol. En todas partes, embotellamientos. Esta
inmensa arteria, que presume de una capacidad inmensa, al llegar a
Paris, no serviría para la evacuación.
Nosotros proponemos, en lugar de un callejón sin salida, una abertura de parte a parte de Paris, Este-Oste, también.
Es imposible hacerlo por el eje de los Campos Eliseos, pero todo nos
invita a emprender la obra paralelamente, a la derecha de la Opera, por
ejemplo. De Levallois a Vincennes y desembocando en Paris.
Por otra parte, la avenida de los Campos Eliseos es notoriamente insuficiente en el momento actual.
Una moderna arteria de gran circulación debe ser mas ancha y constar
de diversos órganos, entre ellos una autopista de vía rápida, sin
cruces.
No hay que pensar en ensanchar los Campos Eliseos, seria un despilfarro enorme.
Precisamente en este punto, debe tomarse una decisión de principio.
¿Hay que ensanchar las vías existentes según las previsiones u
obligaciones de la ley? O, puesto que consideramos que el fenómeno de la
circulación moderna es enteramente nuevo en la historia humana, ¿hay
que admitir la aplicación de métodos también nuevos?
A la solicitud de ensanchamiento, que llamaremos medicinal, opondremos la solución quirúrgica de apertura de nuevas vías.
La medicina urbana parece que, fatalmente, siempre costara cara al
paciente (expropiación sin beneficios, mas bien onerosa, sin valoración
de las zonas afectadas). La cirugía urbana, por otra parte, parece ser
el propio principio del urbanismo moderno. Es fácil, rápida, directa,
eficaz y remuneradora (expropiación a gran escala de sectores sin valor
comercial y beneficio por la autentica valoración de las zonas
circundantes).
Al ensanchar las vías de capacidad suficiente, quedan intactas las
embrolladas vías insuficientes. Por el contrario, abrir nuevas vías
supone, además, continuar utilizando las antiguas.
Las cinco ramas de autopistas aportaran nueva savia en Paris y
pondrán en movimiento la gran maquina. El interés privado se elevara
como un solo ente, ávido de beneficiarse de esta nueva vida, deseoso de
emprender, trecho a trecho, la vivificación del territorio urbano, a lo
largo de las cinco ramas que, pasando por el centro, van a resucitar la
ciudad. El Paris histórico se salvara íntegramente por el esplendor de
los parques y se librara del moho que lo envuelve. Existen planos que
muestran como puede realizarse la empresa, etapa por etapa, sin que
jamás una zona se vea afectada por las obras de otra zona vecina. Son
planos precisos que hoy están en manos de los funcionarios.
Mientras y, en condiciones quizás mucho mas difíciles, Estocolmo ha
encontrado la solución para el punto crucial de su embotellamiento,
basándose en las mismas tesis, y Nueva York, en la orilla del Hudson, en
pleno trajín del puerto, acaba de instalar una nueva red viaria.
Un día recibí la visita de una americana. Era la hija del Presidente
del Comite americano de cruces de carreteras. Me dijo: "La situación en
los Estados Unidos es desastrosa, el gobierno ha instituido un centro
de estudios sobre todos los tipos inimaginables de cruces de caminos,
urbi et orbis. En cada caso hay una sola solución, la exacta. Es
matemática. Mi padre le envía esta gran hoja de planos-tipo con su
firma, porque, hace quince años, usted fue el primero que planteo este
problema en sus planes de ciudades y hablo de las primeras soluciones."
Esto sucedía en 1936.
Las ilustraciones de la prensa y de las revistas han dado a conocer
el resultado del impresionante trabajo del Comite de cruces, el acceso
de autopistas de Connecticut sobre el Puente East-River, en Manhattan,
con sus enlaces que dibujan hermosos contornos; la red enteramente
nueva, admirable, de las carreteras a orillas del Hudson, también en
Manhattan, sobre el Riverside, carreteras de las dársenas, de muelles,
carretera de los barrios ribereños de Central Park, carretera de unión
con el Washington Bridge, ese magnifico puente de mil metros de
longitud. Cuando los americanos emprenden una tarea, la realizan a
fondo. Ahora se lanzan sobre sus nuevas carreteras y calles circulando
con toda libertad y observando con orgullo - y ya con cierta duda- sus
terribles centinelas, los rascacielos. A cien metros de estos lugares,
la ciudad, Manhattan, se ahoga en su inextricable circulación. Hay que
tener paciencia, los americanos poseen capacidad para buscar soluciones.
Nos preguntamos si, durante este tiempo, Paris habrá ya terminado un
pequeño fragmento de una calle, olvidado en el plan de Enrique IV.
Las calles de Paris se han rehecho infinidad de veces. Hay espacios
disponibles en esos barrios de muerte de detrás del Ayuntamiento, a
izquierda y derecha del bulevar Sebastopol, para hacer cruces en forma
de trébol y los bucles de las autopistas.
Al igual que en Argel, con respecto a la Casbah y a los palacios
árabes, los monumentos históricos mas respetados y queridos deben
conservarse y redescubrirse.
Como en Paris, también en Barcelona, existen callejuelas, que llevan
en si una historia que debe transmitirse. Esos pintorescos pasillos
serán como caminos a través de la historia, llenos de vegetación y,
detrás de las fachadas bien conservadas se harán nuevas distribuciones
que responderán a un programa de fines concretos (artesanado, pequeño
comercio, etc...). En Barcelona reservamos para el peatón varias de las
antiguas vías de la ciudad donde puede seguir un camino natural,
hilvanando calles y plazuelas, sin perder la vieja pista de los
orígenes. Ensanchar esos caminos tan venerables según las normas del
urbanismo al uso, constituiría un verdadero asesinato.
Se habla de reconstruirlos en el mismo estilo, como en Berna. Y la
ciudad se convertirá en una falsificación. Los nuevos trazados deben
hacerse fuera, a lo largo y detrás de las nuevas trayectorias. Los
viejos caminos históricos, con su sensibilidad natural, estarán como en
el chasis de un automóvil, parecidos a los hilos eléctricos que dejan al
motor su papel principal, y los 10 grados del pasado serán caminos para
"el paseante solitario" o para los turistas, pero siempre a salvo de la
contingencia moderna.
Es necesario separar al peatón del automóvil por medido de las atrevidas soluciones que expusimos en la Ville Radieuse.
Una autopista construida en hormigón armado a cinco metros del nivel
del suelo, sobre pilares, será una carretera de ciudad una vida rápida y
tendrá ramificaciones a derecha e izquierda. De este modo, el suelo
quedara libre para los peatones y proporcionara a las viviendas sus tres
elementos indispensables: sol, aire y vegetación. La calle deja de
existir. Se convierte, en carretera de ciudad, en autopista.
Todo ello debe basarse en la indisociable función que rige el
volumen construido y sus accesos elevados para los automóviles y para
peatones desde la superficie del suelo. La solución adquiere una escala
determinada, la de los edificios. Esta nueva escala es una de las
conquistas de la técnica.
El volumen construido, con su exutorio en la parte inferior, permite
instalar los elementos de una vivienda esplendida, dentro y fuera,
porque, el alojamiento, admirable en si, podrá prolongarse al exterior
por medio de las instalaciones comunes de puericultura, deporte a la
puerta de las casas y talleres para los jóvenes. QUe el interior, se
completara con servicios de abastecimiento y sanidad (consejos médicos,
cultura física y helioterapia, alegres actividades para el desarrollo
armonioso de la jornada de 24 horas).
El urbanismo es la ciencia de los volúmenes construidos. esta
afirmación se contrapone a la inextricable confusión del urbanismo al
uso que se somete al orden de las calles, que a su vez, implica la
construcción de bloques a ras del suelo, con patios interiores y con la
consecuente parálisis y constante amenaza de la circulación. Es un
sistema de vías, situado en las condiciones más nefastas.
En el primer caso el habitante goza de sol, aire, árboles y espacio.
En el segundo, se encuentra vendido y molestado por todas partes, por
el ruido, por el peligro, por el encierro y es una futura victima de la
guerra aérea.
Estas tesis, empiezan a abrirse camino. Los americanos, con ocasión
de su World Gair, los someterán a la opinión mediante una inmensa
maqueta de una ciudad moderna. Ellos fueron los primeros en adueñarse de
las técnicas modernas y las aplicaron fragmentariamente en los
rascacielos. Pero un órgano es una unidad que no puede vivir solo de una
parte de sus elementos. Manhattan, ciudad nueva, resplandeciente, debe
reconstruirse. Y los americanos de hoy quieren hacerlo.
Precisemos algunas las reglas fundamentales del urbanismo moderno:
1. Las vías están condicionadas por el sol. Hay que hacer un
diagrama del sol y orientar los volúmenes construidos, que según los
climas templados a tórridos, aprovecharan más o menos su luz y calor.
Las viviendas forman un volumen construido tan alto como sea necesario,
frente al sol y completamente indiferente a la naturaleza del terreno.
Sea llanura, colina o acantilado.
2. Las carreteras y caminos están condicionados por la topografía,
siguen sus inflexiones, pero no por ello se privan de combinaciones
asombrosas (las autopistas a cotas 100, 20, 50 o 150 metros del Leman,
de las que ya hemos hablado). Cumplen la misión de clasificar,
canalizar, dirigir y conducir hacia algún lugar, hacia un centro o hacia
el campo. A lo largo de su camino crecen las útiles ramas que conducen a
las puertas de los edificios. Dos aventuras bien distantes: permanecerá
en una vivienda y circular. La primera, al aire libre, en contacto con
el sol. La segunda, por tierra, cerca del suelo, venciendo la
topografía, al servicio de los peatones en los caminos y de los
automóviles en las autopistas. Este es un proyecto decisivo de la
doctrina. Es decisivo. Pero también infinitamente maleable según las
distintas circunstancias, flexible y maleable como todas las leyes del
espíritu. Ello nos permite ahora en Argel, establecer un zoning
saludable, donde unos terrenos hasta ahora inaccesibles se
utilizaron magistralmente. Se han escogido lugares admirables en los que
el sol, el mar y los montes formaron parte de cada vivienda. Todo ello
constituye una reestructuración de la ciudad y una conquista de la parte
alta de Argel.
En Buenos Aires, podemos proponer para la Ville Radieuse sans Espoir
un esplendor digno de su situación privilegiada sobre el río de la
Plata, en la desembocadura de los grandes ríos, en los linderos de la
Pampa, y del agua, Argel, acantilado casi a pico: Buenos Aires infinita
llanura de agua y vegetación; Paris, ciudad fluvial, museo de historia
de Grecia y espacioso parque de la Isla de Francia, a la vez que puerto y
puerta del trafico de los cuatro puntos cardinales.
Un imprevisto y una agravación del problema de la circulación
Ni carne ni pescado: la ciudad-jardín
Hace unos cincuenta años, un falso urbanismo emprendió la tarea de
descongestionar las ciudades e invento las ciudades-jardín. La
filantropía y una especie de lirismo barato se unieron a la empresa.
Empresarios, bienhechores y poetas se apasionaron. Eran sinceros. No
sospechaban, que, tras ellos, llegarían los grandes inversionistas, los
conservadores que encontrarían providencial esta solución al problema de
los barrios amenazadores. Al proyectar, como en América, las
poblaciones enteras en inmensas ciudades-jardín, lejos de los centros,
se deshacían las fuerzas colectivas reduciéndolas a una polvareda de
hombres dispersa a los cuatro vientos.
Una prensa hábil y una literatura inocente renovaron fácilmente la
ilusión rousseauniana de la libertad, en medio de la vegetación de los
grandes distritos, salud y alegría para el obrero. Todo el movimiento
tomo un fuerte impulso y sobre este equivoco, nació la mística de la
ciudad-jardín.
En todo el mundo, en Londres, en Berlín, en Nueva York, Chicago,
Buenos Aires, Río y también en Paris, ciudades-jardín crecieron como
setas. Pero, por el mismo hecho de su extensión, el fenómeno demostraba
su carácter absurdo. El usuario cada vez mas alejado de su trabajo, cada
vez mas amontonado y apretujado -y no gratuitamente-, perdía muchas de
sus ilusiones.
Además, junto al fracaso experimentado por todos, apareció un
malestar económico, mas difícil de discernir y sobre el que diagnostique
después de un viaje a Estados Unidos en 1935. Este malestar es el gran
Despilfarro. Despilfarro de dinero ante todo el equipamiento y
mantenimiento de las carreteras y de los medios de transporte, la
instalación y la explotación de las canalizaciones de agua, luz
eléctrica, teléfono, etc.... se hallan afectados por un enorme
coeficiente en función directa de la extensión de la ciudad-jardín y con
un rendimiento insuficiente, en estas empresas se invierten gigantescas
sumas de dinero colectivo. En Estados Unidos por ejemplo, estime
la perdida en un 80 % del trabajo americano. Me lo confirmo así M.
Berlee, importante hombre de confianza del presidente Roosevelt. Llegue
a la conclusión de que se perdían cuatro horas diarias de trabajo. Es
una moderna forma de esclavitud introducida en la Sociedad maquinista
por la fatal desnaturalización del fenómeno urbano.
De este modo el maquinismo, al salir de su cauce normal, ha
conducido a soluciones peores que el propio mal. Lo que ocurre es que no
se resuelve el fenómeno urbano esquivándole, trasladándolo al campo.
Tampoco se solucionan las molestias creadas por las velocidades de
los automóviles ignorando los datos profundamente humanos del problema.
Las cuatro rutas deben ensanchar el genio humano mediante equipamientos
técnicos y estéticos, mediante medios ultrarrápidos de transporte. Pero,
no por ello dejaran de estar sujetos a las leyes de la naturaleza. Su
ley principal es la del sol y este recorre el cielo en veinticuatro
horas. Las 24 horas solares, son la medida de las empresas urbanísticas.
Las ciudades-jardín a causa de su dispersión, han infringido esta ley y
sus usuarios solo han encontrado en ellas ilusiones perdidas.
El mal urbanismo consiste precisamente en esto: en abandonar las
ciudades en lugar de reconstruirlas o edificarlas según planes modernos y
eficientes. No es que despreciemos la llamada, en su sentido más
amplio, intención naturista de las ciudades-jardín. Deseamos,
simplemente prolongar la Naturaleza misma, por las cuatro rutas hasta la
ciudad misma.
Ante todo, quisiéramos recordar que la jornada solar hacer de ella
un freno a las vertiginosas velocidades, un limite en los largos viajes
cotidianos en trenes, autobuses, subterráneos, etc... destructores de
energía y enemigos del DIA. Quisiéramos evitar el Gran Despilfarro de
las horas de la vida.
Vamos a entrar en un nuevo periodo de la civilización maquinista.
Después de tanteos, equivocaciones e iniciativas aisladas, llegara la
fase de las grandes realizaciones armoniosas. Las técnicas modernas
abren este nuevo camino. Pensamos en la creación de terrenos
artificiales. Este es el fruto de las nuevas técnicas en el arte de la
edificación, introducidas en el siglo XIX con el acero y el hormigón
armado. Hoy vemos las consecuencias de estas nuevas técnicas que crean
un nuevo estatuto de los elementos materiales de la arquitectura,
armazón independiente, plano libre, fachadas independientes,
construcciones sobre pilares o pilotes, coronamiento con terrazas. Desde
ahora serán posibles muchas novedades. No hay que desestimar esta
profunda revolución arquitectónica, porque aporta los medios precisos
para la urbanización de las ciudades modernas.
El problema puede, entonces, plantearse de la manera mas simple, mas
fundamental (no mas paradójico) y encontrar su solución:
1. Un hombre se halla de pie sobre un suelo aislado
2. Esta ante una ventana cuya forma y superficie pueden convertirse
en panel de vidrio, es decir, toda la pared de la habitación
(fachada independiente). Esta ventana o panel de vidrio, estará
siempre orientado para aprovechar el sol (región templada o tropical,
etc...)
3. Ante el hay un amplio espacio
4. A sus pies árboles y césped
5. Sobre su cabeza, un techo impermeabilizado
6. La puerta de la vivienda da una calle. No es una calle de
ciudad-jardín, es una calle interior. Además, puede estar suspendida en
el aire. La casa puede estar suspendida en el aire. La casa puede estar
también elevada a 5, 10, 20 o 40 metros del suelo. Toda la superficie
del suelo la reservamos para otros fines
7. Todas esas viviendas, se disponen unas sobre otras, en un espacio libre que nada cuesta, hacia lo alto, hacia el cielo.
La operación ha terminado. Se han creado terrenos artificiales. Cada vivienda cumple todas las condiciones.
No es necesario decir a los profesionales de la arquitectura que,
por medio de estas disposiciones, se ha conseguido una considerable
economía. Se ahorra una pared lateral y todo un techo en cada vivienda.
Parte de esos ventanajes se han alcanzado ya en la edificación de
las ciudades. Pero su escala es insuficiente y ha dado lugar a la
desastrosa calle corredor. Hache aludimos a edificios de su escala
nueva, consecuencia de las condiciones que nosotros creemos necesarias.
La altura es un fruto de las técnicas modernas. Veamos ahora las
ventajas de esta teoría. Si las viviendas se disponen unas sobre otras,
en un eje vertical se consigue un gran ahorro de terreno que se puede
aprovechar para espacios verdes. El problema es ahora encontrar la
proporción útil entre la altura y el espacio libre conseguido. Hay que
encontrar una relación útil, justa y fecunda que variara según las
ciudades y según la finalidad del espacio. Puede partirse de la
finalidad del espacio. Puede partirse de la base de la densidad (numero
de habitantes/hectárea, por ejemplo puede albergar en una superficie
construida según un determinado porcentaje, una superficie libre de
terreno). Se trata pues de una relación.
Esta relación conduce a:
1. A una disponibilidad de terreno libre, grande o pequeño, al pie
de las casas. También hay que elegir la futura utilidad de estos
terrenos.
Según se tenga la intención de aumentar o restringir la superficie
de la ciudad y en consecuencia, aumentar o reducir las horas dedicadas a
los desplazamientos, aumentar o reducir las horas dedicadas a los
desplazamientos, aumentar o reducir los gastos de la comunicación en
transportes públicos, carreteras, canalizaciones, etc... habrá que
hallar la relación oportuna según un criterio definido de antemano:
extender la superficie de la ciudad o reducirla.
Hemos señalado que en la revolución arquitectónica, al margen del
alojamiento, el suelo puede quedar enteramente libre, mediante la
construcción, de un armazón independiente de acero o de hormigón armado.
En resumen, el 100 % del terreno queda disponible y susceptible de
emplearse en exigencias diversas y en la circulación en particular.
La calle al pie de las casas ya no es, pues imprescindible. En este
terreno libre un 100 % puede introducirse el segundo fenómeno
urbanístico importante, la circulación. Ya dijimos que depende de la
geografía y de la topografía, que sigue (o debiera seguirse) normas
precisas, imperativas y completamente al margen del trazado de las
viviendas. Estas obedecen a la ley del sol. En este nuevo terreno libre
pueden crearse las dos redes necesarias para los transportes modernos:
la red para peatones y la red para automóviles (turismos y camiones).
La red automovilística mediante una útil combinación a distintos
niveles de los camiones y los turismos seguirá un trazado cuya ley es
buscar la distancia mas corta. Este trazado será perfectamente
independiente de la alineación de las aceras o de su orientación. El
estudio de esta red nos muestra una manera revolucionaria, si la
comparamos con las redes cerradas de los actuales métodos de urbanismo.
Consiste todo ello en una sombrosa simplificación. Esta simplificación
implica un notable ahorro, tanto en la construcción como en el
mantenimiento (personal y material). Esta moderna red, basada en
trazados a distinto nivel, permite la circulación en sentido único, sin
paradas en los cruces. Las autopistas elevadas podrán construirse a
cinco kilómetros de altura. La circulación automovilística, elevada
sobre el nivel del suelo, sin contacto alguno con las peligrosas
velocidades del automóvil. Existe entera libertad para fijar el trazado y
la amplitud de la red automovilística, al igual que para determinar la
amplitud de la masa de viviendas sobre las "terrenos artificiales"
(profundidad de las vivienda, altura necesaria para cada una de ellas,
disposición de las calles interiores, numero de viviendas superpuestas,
etc...). Como ya dijimos es una cuestión de relación eficaz que actúa en
el marco del problema que aun no se haya planteado.
La carretera en si
La urbanización de los campos
El ferrocarril convirtió a las ciudades en verdaderos polos
magnéticos, se llenaron, se hincharon sin medida y el campo, se abandono
progresivamente. Fue un desastre. Por suerte, el automóvil, mediante la
organización de las carreteras, restablecerá la armonía rota e iniciara
la viva reocupación del campo, que constituye, por paradójico que
parezca, el problema principal del urbanismo. Quien haya observado el
desarrollo de las ciudades, se vera obligado a afirmar que no es posible
urbanizar las ciudades sin ordenar los campos.
En el Congreso Internacional de Dresde, en 1939, plantee la cuestión primordial del renacer de la vida campesina.
El lector mal informado, que considera los problemas del campesino
como quejas sin importancia y frescos y la mantequilla, tal vez piensa
que la vida del campo esta muerta.
Y, verdaderamente, el campo organiza, miles de pueblos abandonados o
granjas en ruinas doblan sus campanas. Sin embargo, se aguanta aun por
sus admirables raíces, pide volver a ser lo que fue durante milenios.
Durante milenios, fue fiel a si mismo. El mundo del campo nació
cuando a los cazadores y pescadores moradores de los bosques, se unieron
los pastores y agricultores de Occidente y cuando se conocieron las
gramíneas. Para cultivar, el trigo se organizo la primera comunidad. El
cazador, por su lado, era individualista. Dos sentimientos esenciales,
el individual y el colectivo, se fundieron así, poco a poco, bajo
nuestro cielo, en el alma campesina. Desde entonces, nada ha cambiado el
suelo con su topografía y el cielo con su clima son los mismos.
Pero llego la civilización maquinista y con ella la inmensa y voraz
industria necesitaba de mano de obra. La primera etapa del mundo
maquinista ha sido como un rayo, desorganizado, desnaturalizado,
rompiendo formas de vida milenarias su ocaso sangra con el dolor de los
hombres y la avidez de las guerras. La vida ha perdido su consistencia.
Es urgente volver a encontrar en medio de sus desordenes y con el grano
de sus prodigiosas conquistas, la armonía. Es una cuestión de tomar
conciencia de las cosas, de criterio, de elección y decisión. Es preciso
que la vida campesina, agotada, exangüe y que solamente subsista con la
savia desgastada de una civilización hundida, renazca con un nuevo
esplendor introduciendo en la civilización maquinista la bendita
presencia de la Naturaleza y no solo sus productos sino también su
profunda influencia sobre el hombre.
El dinero, con toda su abstracción esterilizadora - la seca cifra
del ahorro de la forma - ha destrozado corazones y cosas. Consideremos
este desastre. El campesino, rico o arruinado, según la alternancia de
los acontecimientos exteriores y las consecuencias de una economía
general desordenada, turbada, por la codicia, ha abandonado el campo
para ir a la ciudad. Los que se han quedado en los pueblos, han dejado
que sus granjas o pueblos cayeran en ruinas.
El mundo campesino se ha marginado de la vida que, sin embargo,
surge hoy en todas las cosas, vehemente, apasionado, universalidad,
semejante a una mutación cósmica.
No hay que desesperar, al contrario. Solo hace falta que aparezca un
nuevo punto de vista, que se introduzca un fermento en el desilusionado
corazón de los hombres. El segundo periodo de la civilización
maquinista, solo puede fundarse en campos llenos de vida, pues,
repitámoslo, no se reformaran las ciudades sin organizar el campo. Deben
reconstruirse las viviendas de los campesinos, la granja familiar y el
pueblo cooperativo, en armonía, logrando de nuevo el equilibrio de lo
individual y lo colectivo, dos bases naturales.
Disponemos de los medios. No hablamos de dinero, sino de
posibilidades de producción mecánica. No existe nada demasiado amplio ni
utópico. Todo puede hacerse. Precisamente estos programas gigantescos
son el alimento de las maquinas. El mundo de la industria equipara los
campos y estos se nutrirán de pan, leche, frutas y carne. Lo que hay que
discernir es el objetivo, los productos de la industria destinados al
mundo de los productos de la industria destinados al mundo rural: el
utillaje mecánico, el equipamiento domestico (la granja contenido y
continente) y el equipamiento colectivo (el pueblo cooperativo
continente y contenido). Se trata de elementos en serie, apropiados para
necesidades precisas y capaces de amoldarse a toda diversidad
necesaria. Los talleres de las regiones industriales proveerán al
campesino de lo sutiles modernos. Y el corazón y el espíritu del
campesino y de los que se dedican a la industria, palpitaran y se
agitaran sincrónicamente.
La granja será familiar y el pueblo cooperativo. Esto es muy
importante para la mayor parte de las tierras occidentales, hechas de
valles y cerros. La topografía y la geografía determinan complejos
regimenes de ideografía, insolación y vientos o aconsejan una gran
variedad de cultivos de empleo del suelo dos tierras cultivables,
prados de pastoreo, arboledas. La jornada del campesino es variada,
múltiple y su calendario le sugiere mil iniciativas.
Estamos lejos del monocultivo. las dificultades y los recursos
agudizan el espíritu y acercan singularmente el hombre a la tierra,
desarrollan las iniciativas individualistas. El hombre, esta ligado a la
tierra y conquista. La granja en medio, de sus productivas hectáreas,
no es un instrumento impersonal, como puede serlo, en las fabricas, la
maquina. Es mas bien, un medio natural donde se desarrolla la economía
familiar, un ambiente moral en torno al alma campesina. Al igual, el
centro rural (el pueblo cooperativo) sera el lugar de reunión de las
gentes de la comuna y, al mismo tiempo, lugar de contacto con el país y
el mundo.
El "pueblo cooperativo", en conjunto es una institución del mas puro
realismo. Si responde a las necesidades económicas, y administrativas
de la comunidad rural es que tiene también los medios precisos para
animar su espíritu. Este hecho es de gran importancia. El club rural es
el edificio donde todos, jóvenes y viejos, encontraran la posibilidad de
ampliar su pensamiento, de participar en la vida de su época y elevar
la suya propia. Así se difundieron sus virtuales fuerzas creadoras, y,
así su labor de producir alimentos materiales, se convertirá también en
una labor de producir ideas. El mundo asiente necesidad de estas cosas.
Este es el nuevo punto de vista que permite ver, bajo un ángulo nuevo,
las razones de la vida cotidiana. Es como una palanca de la felicidad,
un interés para la vida misma y por el dinero. Este es el punto de vista
del segundo periodo de la civilización maquinista.
Describámoslo:
El pueblo cooperativo es una construcción racional que integra
edificios de función muy precisa, dispuestos en un orden natural y
alimentados por una circulación puntual contiene exactamente lo que la
granja familiar no posee. Precisemos que no se trata de sustituir cosas
antiguas, sino de instalar elementos nuevos.
Su emplazamiento esta bien elegido: orientación solar, vientos,
belleza del lugar, situación cómoda en medio de la comunidad rural,
buenas comunicaciones con los caminos vecinales y con la carretera que
lo une a la cabeza de distrito y, mas lejos, a la capital de provincia o
a la del país.
El pueblo estará a la izquierda o a la derecha de esta carretera, a
cierta distancia, completamente independiente de ella, nunca cerca; una
carretera de mucho trafico no debe estar bordeada de casas. El enlace de
acceso al pueblo debe hacerse por un trazado preciso por dos bucles a
distintos niveles, dejando intacto el curso de la gran carretera. Los
elementos del pueblo aparecerán con orden natural.
El sitio para grano, frutos y legumbres, será la base de la nueva
economía rural. El silo representa el dominio del mercado de la libertad
en los tratos, el tiempo para esperar el momento propicio. Cerca de el,
el taller de reparaciones mecánicas, la herrería y el almacén de
maquinas comunes, el distribuidor de gasolina, que no debe estar en el
cruce con la carretera de gran circulación, puesto que es un elemento
del pueblo y no de la carretera. Igualmente, el mecánico no deberá
ocuparse de los viajeros de la carretera. Este tiene sus propios
servicios.
Entramos en otro lugar, el de la cooperativa de avituallamiento con
sus almacenes y tiendas. Allí encuentra la vida rural nuevos recursos
alimentos variados y frescos (pescadería, carnicería, charcutería,
colmado, panadería, pastelería), lo necesario para la vida domestica
(quincallera, mercería, ropas, confección, calzado) y el alimento
espiritual (periódicos, revistas, libros, discos, fotografía). Los
camiones procedentes del distrito se detendrán en los almacenes, las
camionetas de los campesinos ante las tiendas.
La escuela tendrá clases con aparatos para proyectar diapositivas y
películas, talleres de trabajos manuales, patios cubiertos a ciertos, y
un jardín de estudio.
En frente, el bloque de edificios de viviendas gozara de
instalaciones comunes: calefacción, guardería infantil, garaje. El
edificio esta destinado a los habitantes del pueblo cooperativo: los
hombres del silo el mecánico, el herrero, el carnicero, los tenderos, el
zapatero, el peluquero, etc... el maestro y la maestro de la escuela,
el cartero, el secretario del Ayuntamiento. Se reservara un piso para
obreros agrícolas, propuesto para la habitación de las ciudades, será en
cierto modo una casita de planta baja y un piso. Estas casitas se
encuentran agrupadas y superpuestas en número de 30 o 40 en un solo
edificio.
Es toda una nueva concepción de la vida aldeana. El edificio de
viviendas se beneficia de ser comunes y asegura así, a cada familia, un
mínimo de molestia, un máximo de comodidad y en consecuencia una
verdadera liberación de las cargas domesticas. Los propios campesinos
(el Grupo Besara, de la Sarthe), reclamaran para el mundo rural, las
mismas ventajas que tienen las grandes ciudades.
Al fondo del pueblo, en su eje, se situara la alcaldía, órgano
esencial, y tradicional de la comunidad rural. Para terminar el club, la
nueva institución capaz de materializar la reforma espiritual de la
vida campesina. El club será un complejo que albergara las
instalaciones necesarias para estimular los actos e iniciativas que
despertaran la conciencia del campesino, como ya ha empezado a
despertarse la del obrero, de las grandes ciudades. Habrá un lugar de
reunión, una cantina, un pequeño museo del folklore del lugar y una
biblioteca. Al otro lado, una sala que tendrá múltiples fines, un
espacio para discusiones profesionales, económicas y políticas, sala de
conferencias, cine, teatro para la juventud, un teatro en el que los
actores, e incluso a veces los autores serán los propios jóvenes,
campesinos que dedicaran sus ocios a las manifestaciones creadoras del
pleno campesino, con los recursos de su peculiar sensibilidad. La
finalidad es abrir el espíritu de la juventud, darle ocasión para que
despierte su conciencia libre, sienta las bellezas insertas en la
Naturaleza y en la Mente de los Hombres, descubra la vid, participe en
el Nacimiento de una nueva civilización, sea activo y no indiferente a
todo, cree y ame. La vida rural, cuyos contactos con el exterior están
asegurados por el teléfono, los periódicos, las revistas, el libro,
etc... ha salido de su silencio. Hay que darle los medios necesarios
para manifestarse.
Esta sala constara también de talleres de decoración, un laboratorio
de fotografía, y cine y pequeños locales para la reunión de comisiones.
Las madres que lleguen a las granjas encontraran también una guardería
infantil y un anexo de la cantina. El club poseerá instalaciones
deportivas de fútbol, carreteras, piscina, etc...
Esta es la breve descripción del pueblo, nuevo instrumento de la
sociedad campesina. Este lugar brillantemente equipado, rigurosamente
racional en cada uno de sus elementos, reformara la vida del campo,
asegurando la economía en todos sus movimientos y empresas. Constituirá
una inmensa alegría participar en el inmenso cambio que, poco a poco,
transforma las sociedades modernas.
Este punto de concentración de la comunidad rural tendrá valor en la
medida en que la vida familiar del campesino se beneficie a su vez, de
una arquitectura capaz de ponerla en contacto con la época actual. La
vida familiar se desenvuelve en la granja asentada entre terrenos de
cultivo y de pasto. Estas granjas, en muchas provincias tienen cientos
de años, están invadidas por el salitre, construidas sobre un suelo de
tierra batida o directamente revestida de baldosas, no tienen ya
utilidad alguna, muchas se están hundiendo. Seria una locura reconstruir
sus ruinas o construirlas bajo los mismos principios. Las nuevas
granjas cubrirían las tierras de los campos como flores frescas. Cada
nueva granja será tan bonita y útil como el pueblo cooperativo. Su
construcción se realizara en las fabricas metalúrgicas, en las regiones
industriales, y al estar realizadas en acero y elementos en serie
justamente estudiados constituirá uno de los programas esenciales de la
industria (cuando cese la fabricación de cañones). Estará proporcionada a
las exigencias de las regiones y a su clima, llegara en camiones y se
montara al igual que se hace con todo tipo de instalaciones técnicas.
Técnica. La granja es un instrumento de trabajo preciso. Si el
programa es exacto, la granja será eficaz. Algunos campesinos nos han
pedido que estudiáramos para sus exigencias, la granja familiar y la han
bautizado, "La Ferme Radieuse", que es el calificativo del nuevo
concepto urbano que hemos utilizado para el bienestar de los pueblos y
de las ciudades.
La granja es una organización regular de los locales destinados a
albergar instrumentos definidos, animales y provisiones de alimentos y
de paja. Pero, ante todo, es la vivienda de la familia campesina. Es
necesario establecer esta primacía. La primera etapa del maquinismo
había invertido los términos. Las maquinas eran los entes y el alma de
este periodo, los hombres eran solo mano de obra, una masa colectiva
impersonal, sin calificación alguna. Incluso las maquinas se instalaron
airosamente en verdaderos templos y los hombres tuvieron que colocarse
en aquellos espacios que los planes financieros dejaban libres. De todo
ello provino el malestar de la época. En los campos, la decadencia fue
igualmente dolorosa a causa de la ferocidad del dinero.
El corazón de la granja será el alojamiento del campesino. Este
lugar debe ser considerado con seriedad, y con el sentido de la
responsabilidad correspondiente, puesto que allí vivirá, despertara y
renacerá el alma campesina. En el centro del programa existe un
importante imperativo: el sentimiento de vivir como los demás,
cómodamente con la luz, la limpieza y la decencia necesaria para tener
alegría. Alegría de vivir, alegría que, por muchas razones de causa
material, actúa sobre los sentimientos. Sentimientos hechos de orgullo,
de dominio -repito- de la luz, el espacio y la limpieza. En lo futuro,
el agua pura, la electricidad, las maquinas agrícolas eliminaran la
barrera de las limitaciones desmoralizadoras.
En la "Ferme Radieuse" el alojamiento será independiente de las
cuadras, establos, almacenes y corrales. Estará situado el eje de estos
servicios generales, como un puesto de mando. El agua y las
instalaciones sanitarias serán abundantes, así como la luz del DIA y la
electricidad. La vivienda estará dispuesta de manera que el padre y la
madre, los hijos y las hijas tengan, cada uno, sus propias habitaciones,
duchas y lavabos. La sala tradicional guardara su importancia, pero
tendrá modernas instalaciones. La cocina será como un acogedor
laboratorio. Todo ello estará hecho a base de elementos en serie sobre
un armazón metálico de fácil montaje. Los elementos de detalle
fabricados en serie permitirán variadas combinaciones en tamaño y
disposición. De este modo, es posible responder a las exigencias de
respetables costumbres. La vivienda será el lugar de reposo y alegría de
la familia. Bajo las ventanas ya no se verán ni estercoleros ni canales
de aguas negras ni animales rodeados de moscas. El lodo ya no será el
florón de la vida campesina, los novelistas deberán renovar su
repertorio de lugares comunes. Sabemos, por observación directa, que el
campesino no compone poemas bucólicos, sino que esta ligado a sus
instrumentos y estos cada vez son mas ingeniosos, van reemplazando los
brazos y ganando horas muy canosas. Son los furrieles de los
equipamientos hermanos de la "Ferme Radieuse".
El programa de la granja habitual es tan preciso y regular como el
de cualquier otra fabricación industrial. Los lugares, sus cercanías, su
circulación se definen netamente. Puede componerse una clara biología
ordenadora que coloca, con economía de trabajo y de dinero, todas las
cosas en su lugar. La granja puede convertirse en el organismo de una
hermosa vida nueva, una delicia para el espíritu y para la vista, un
objeto de orgullo para quien la administre.
En el paisaje, la granja tendrá el aspecto de algo bien acabado, de
un hecho arquitectónico proporcionado que revelara, en medio de los
vergeles, trigales o pastos, el espíritu nuevo de una época que vuelve a
interesarse por la vida.
La familia campesina perderá la tristeza en su alegre vivienda,
administrando las cosas tan eficazmente ordenadas. Creerá en la vida y
empleara el dinero ganado en conservar impecables sus preciosos
instrumentos de trabajo y no en hacer subir la cifra de su cuenta
bancaria.
A dos minutos de la granja, a cinco o a quince, minutos, la
camioneta o la bicicleta conducirán al pueblo cooperativo. Una vez
liquidados los asuntos del oficio, los campesinos se encontraran en el
club, donde los jóvenes dispondrán de instrumentos para su alimento
espiritual.
La ruda y admirable vida del campo tendrá su recompensa. La vida ha
renacido y si esto es cierto es inútil decir nada mas. A pesar de ello,
no lejos de ahí, subsiste el viejo pueblo, agrupando en torno a su
iglesia, lugar secular al que están ligadas profundas razones. Si a este
pueblo le desembarazásemos de sus elementos inútiles, seria el abrigo
natural de aquellos cuyo camino se acaba, de aquellos a los que la vida
ha arrancada, uno tras otro, todos los apoyos naturales. En el viejo
pueblo reina la calma junto al campo del reposo. Y aunque se reconstruya
un nuevo campo, se mantendrá el nexo con la tradición.
Paris 28 de abril de 1939
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